IV
CONGRESO LATINOAMERICANO
DE
CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES:
“IMÁGENES DE LA MUERTE”
Universidade Salgado de Oliveira- UNIVERSO
Niterói, Rio de Janeiro, Brasil
26
a 30 de julio de 2010
VÍCTOR HUGO MAMANÍ
GARECA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE JUJUY
Argentina
Magister en Trabajo Social. (UNER) Socioterapeuta en Tóxicodependencias (SEDRONAR-CEIS) Diplomado Universitario en
Administración de Programas Sociales. Especialista en Formulación de Proyectos
Sociales; Universidad de Antofagasta; Chile. Posgrado en Dinámica de Grupos.
Universidad Nacional de Tucumán. Técnico Superior en Ciencias Penales. Escuela
Penitenciaria de la Nación. Servicio Penitenciario Federal. Ministerio de
Educación y Justicia de la Nación. Asesor en temas de su especialidad del poder
legislativo de la Provincia de Jujuy. Coordinador del Equipo Intercultural en
Salud y Educación. Proyecto “La
Esperanza”. Fundación Carmo Lamas. PJ.18-G-03. Libros publicados; entre
otros: La cárcel: instrumento de un
sistema falaz (un intento humanizante). Buenos Aires-México: Lumen.2005, La construcción del Trabajo Social en el ámbito de la Ejecución Penal", Espacio, 2008, En-red-ando. Salud y calidad
de vida. La experiencia en Barrio La Esperanza; Perico, Jujuy. Buenos
Aires-México: Lumen, 2009.
JUAN MAGARIÑOS DE
MORENTIN
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA / UNIVERSIDAD NACIONAL DE
JUJUY
Argentina
Licenciado en
Derecho por la Universidad de Barcelona, España. Profesor Titular de Semiótica
y de Metodología de Investigación, en la UNLP, por Concurso, y en la UNJu.
Categoría de Investigador: "1". Libros publicados; entre otros: 1991 El mensaje publicitario y
Nuevos ensayos sobre semiótica y publicidad (2ª Ed. aumentada). Buenos Aires: Edicial (411ps). 1996 Los
fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica. Buenos Aires: Edicial (485ps). 2008. La semiótica de los
bordes. Apuntes de Metodología Semiótica. Córdoba: Ed. comunicarte (440ps).
MORIR EN LA CÁRCEL
Se trata de identificar,
interpretar y valorar cómo se elabora, en la cárcel, la idea de la
muerte; cómo se siente, se comprende, se participa de la muerte, desde
esa otra forma de vida que transcurre en el encierro (y que tanto se
aproxima a alguna forma de muerte). Ello requiere identificar, interpretar y
valorar (1) la imagen que tiene el
recluso de las posibles formas de morir: por apuñalamiento
en ajuste de cuentas, riñas, por enfermedad traída de afuera, por enfermedad
adquirida adentro, por suicidio (generalmente por ahorcamiento), por accidente ocasionado (prendió fuego a su
celda en señal de protesta y no lo pudo controlar), por muerte natural, por longevidad,
etc.; (2) las conductas y rituales funerarios
que se cumplen y las reacciones individuales y grupales que se originan en
oportunidad de la muerte del otro (de
adentro: amigo, compañero coloquial, desconocido, enemigo, trabajador
social, guardián, etc.; de afuera:
esposa, novia, madre, padre, familiar, amigo, etc., sin posibilidad social de
compartir el duelo; mientras llega:
la manifestación del sentimiento ante la posible y próxima muerte del otro; cuando pasó: la manifestación del
sentimiento cuando el otro ya murió) y variando según cuál haya sido la
causante de tal muerte; (3) los
íconos de la muerte: tatuajes, graffitis, placas conmemorativas
institucionales; etc.; (4) el
discurso acerca de la vida y de la muerte que producen los propios
reclusos.
Simultáneamente,
se
aplicará la metodología derivada de la semiótica cognitiva para recuperar
e interpretar el significado que adquieren las formas de vida, cuando están
modificadas por la presencia de la muerte y cómo se resuelve, en el interior
del encierro, la dialéctica que opone la muerte a la vida, resignificando a
ambas. Esta metodología intervendrá en la construcción de la interpretación
que hacen los investigadores de lo que van recopilando mediante la observación de
los comportamientos, gestos y actitudes, con conciencia de la transformación
que impone su sentimiento de libertad como visitantes, frente al sentimiento de
encierro del penado o procesado. Y también se aplicará para interpretar la producción de la imagen de la
muerte diferenciando según provengan de textos simbólicos
(predominantemente el discurso verbal), icónicos (predominantemente los
dibujos e inscripciones) e indiciales (predominantemente
comportamientos individuales o colectivos) generados por los reclusos, por los
guardianes, por los funcionarios, tanto en el transcurso diario de su
convivencia hermética, como en la comunicación interpersonal y en el diálogo con
los investigadores o como respuesta a las entrevistas que se les realicen.
El estudio de
la imagen de la muerte que construyen los reclusos en el encierro buscará
conocer el proyecto de vida que elaboran para ese futuro incierto en que volverán
a estar en libertad.
La muerte
circula, ronda a los investigadores durante su trabajo en y con el “encierro” o “enjaulamiento de seres humanos por otros seres humanos” y se les
presenta a ellos, como investigador externo o como profesional penitenciario
(las dos perspectivas de los autores de este sintético trabajo), adquiriendo
formas diferentes frente a las que los propios investigadores le atribuían
desde su libertad, antes de conocer o de participar con la forma de convivir en
el encierro.
Entre las primeras
expresiones recopiladas, escuchadas en los pasillos, patios y pabellones o
trasmitidas en diálogos personales, a las que se dedicará parte del análisis y
que se consideran dignas de explorar ya que permiten recuperar la emoción con
que enfrentan su vida y su eventual muerte las personas privadas de libertad:
adultos y adolescentes, varones y mujeres, procesados o penados, se podrían
citar:
Aquí, la muerte ronda.
Después de la cárcel queda la muerte.
La cárcel es la muerte.
Estar encerrado es morir en vida.
Aquí se pierde todo.
¿Qué es la muerte? Es esto. Estar preso.
Debe ser feo morir en la cárcel.
Morir aquí, es una posibilidad. Aunque no la busqués.
Muchos murieron aquí; sus almas deben andar
por los techos, penando.
En la noches se escuchan ruidos; y sí, son
las almas de los que se secaron en la cárcel.
Como puede
apreciarse, estas expresiones dan cuenta de las relaciones y algunos de los
sentidos que le otorgan los internos a la vida en la cárcel y a la muerte. Y
también, desde la otra perspectiva, la del personal penitenciario, se concreta,
a su modo, una relación semejante. En una entrevista con un alto jefe de la
penitenciaria provincial, éste decía al respecto:
“Los niveles actuales de violencia superaron
a los de años anteriores. Estamos sacando punteados todas las semanas, y también
la cantidad de internos que se suicidaron por ahorcamiento (corbateados) es
preocupante. Ni hablar de aquellos que se prenden fuego o prenden fuego a la
celda. No debemos olvidar a los que se van matando de a poco con la droga, es
terrible.”
“De alguna manera ‘cárcel’ se transforma en sinónimo de ‘muerte’.”
La muerte,
deja sus efectos colaterales en quienes estuvieron cercanos al acontecimiento;
tanto del personal penitenciario, como de otros internos y de los familiares.
Muchas son las formas de elaborar los duelos de lo perdido, pero la cárcel
condiciona la modalidad de elaboración de dichos duelos.
La muerte en los pabellones deja su presencia
por varios días, en los rumores, las diferentes versiones que circulan en torno
a ella, comentarios, conjeturas, hipótesis: “No
dejan que el finado descanse en paz.” Las noches pareciera que son más
oscuras en las cárceles, pues el fantasma del occiso recorre pasillos y techos, toca muebles, hace
oír sus pasos, como despidiéndose de los lugares recorridos, donde en vida,
dejó huellas. Algunos dirán: “El almita viene
a borrar sus huellas; a llevarse sus huellas.”
Situaciones
incomprensibles para la razón humana, que son elaboradas por mecanismos emocionales
de evasión y, en otros casos, apelando a misas, oraciones, rezos colectivos,
bendiciones por parte del cura de la institución, como para cerrar historias,
clausurar. En otros casos, es la psicóloga la que se hace cargo para ayudar a
elaborar el duelo; lo que sólo es una manera de decir.
También son
los mismos compañeros, en sus cotidianas “ranchadas”, mates de por medio, y a
modo de grupos terapéuticos, quienes se encargaban de alivianar la carga pesada
del sentimiento y por el recuerdo del compañero fallecido.
Otros apelan a
dispositivos mortíferos como la droga, el alcohol, pastillas “para olvidar y que los días pasen más
rápido; que la pérdida no se sienta tanto; adormecerse.” Tal vez sea, morirse también unas horas.
Algunas
muertes, en especial las que resultan por agresiones, por violencia, por
apuñalamiento, por incendios, impactan en la subjetividad de quienes trabajan y
viven en el interior de las cárceles, tanto internos como personal
penitenciario. Otras muertes se piensan, se reflexionan, se dejan pasar y se
elaboran solas, haciendo que el tiempo cicatrice las heridas que la muerte
deja. En la cárcel, “cada uno elabora la
muerte como puede y como el encierro te lo permite.”
Este estudio está
siendo realizado por dos investigadores que han buscado contrastar e integrar
sus respectivas visiones, experiencias y conocimientos teóricos, acerca de cómo
los reclusos construyen el significado del fenómeno de la muerte,
mientras están en prisión.
Uno, Víctor
Hugo Mamaní, proviene de la disciplina de Trabajo Social y de su desempeño como
profesional penitenciario, con una larga y comprometida experiencia en el apoyo
a la reinserción social de los reclusos; de ella ha resultado, en esta
temática, un libro[1], de
reconocidos méritos por su carácter de testimonio crítico y visión humanizante de
las situaciones carcelarias.
El otro, Juan
Magariños de Morentin, es profesor universitario y especialista en metodología
semiótica de investigación. Actualmente, dirige el Proyecto sobre “La
Universidad de la Calle”, en la que se estudian los modos, la calidad y la
eficacia de la producción social del conocimiento. Su enfoque, heterodoxamente
peirceano, está plasmado en su último libro[2], en
el que se fundamentan los recursos analíticos que se aplican para estudiar, en
este caso concreto, el universo posible que construyen los reclusos, en el
ámbito del encierro carcelario, con sus palabras, imágenes y comportamientos, ante
la idea, la imagen, la posibilidad, el temor o la concreta ocasión de
producirse la muerte.
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