jueves, 27 de junio de 2013

DOCENCIA Y PASIÓN  EN   TRABAJO SOCIAL

Víctor Hugo MAMANI


Seguramente este tipo de títulos puede generar sonrisas irónicas e incluso, gestos de sarcasmo. No me preocupa, “pues el trabajo social, como toda profesión tiene en su seno fuerzas antagónicas y una profesión que no produce errores y que no puede nutrirse de ellos, es incapaz de producir cambios internos y externos (Kisnerman 1998, p.7)
Hay profesionales  del Trabajo Social que viven la docencia como un trabajo más, como una obligación, un horario a cumplir entre varios, como la primera salida laboral o como la última alternativa, después de jubilados. Otros viven la docencia como una pesada carga, sencillamente no desean ser docentes, solo “hacen” de docentes. Por otro lado, existen quienes no exploran ni buscan un clima propicio en las instituciones de formación para crear e innovar sus prácticas. En muchos casos, algunos solo renuevan el discurso, repiten discursos de moda; por ejemplo hablan de alinearse en “teorías críticas” sin construir prácticas críticas y transformadoras. Razón por la cual, caen en una peligrosa incoherencia,  ampliando la brecha,  “hay un total divorcio entre lo académico, entre todo lo que decimos y mostramos en nuestras clases, y nuestras prácticas…” (Kisnerman 2004, p.1)
Ser autocríticos con nuestras prácticas docentes no significa matar la esperanza, por el contrario, implica construirla, ser críticos significa para mi; ser testigos lúcidos de nuestras prácticas y despiadadamente riguroso en el análisis  de nuestros obstáculos, y superarlos. En educación, coincido con lo que expresa Santos Guerra (2010, p.1)  citando al filósofo Max Horkheimer que podemos ser pesimistas teóricos, pero hemos de ser optimistas prácticos” No hay que dejar de intentarlo por más difícil que parezca  conseguirlo.
La mirada autocrítica según  Sebastián Bertucelli (2006) ayudará a no  “transformarnos por elección propia, en inoperantes peligrosamente ilustrados” que hablamos maravillosamente de teorías y paradigmas en las aulas, mas nada hacemos para co-construir realidades superadoras de aquellas que vivimos criticando. De nada sirven  dichas teorías si no se traducen en prácticas que mejoren colaborativamente la calidad de vida de nuestros pueblos.
Un/a  Trabajador/a Social docente, almidonado, amargado, sin alegría ni carisma, sin pasión por lo que hace, no solo es poco nutritivo  para sí mismo. Lo es sobre todo para los  estudiantes con quienes construye la relación educativa. Un/a Trabajador/a Social desactualizado, quemado, sin ilusiones, que sufre su  ejercicio profesional docente,  es más peligroso que un gorila con navaja.
Pero esta moneda tiene como todas, su otra cara posible: la pasión por enseñar desde la coherencia, entre el sentir, pensar, decir y hacer, ¿Por qué no entregarnos a esa pasión de enseñar? Nuestra construcción interaccional en el aula debe ser convocante, caso contrario “soplamos en flauta quebrada” y nuestras palabras  pierden sentido (Galeano, 200, p. 64)

Enseñar, aprender, conversar
Lo humano existe en el conversar y todo quehacer humano ocurre como una red de conversaciones. Para mí, enseñar y aprender es conversar, es lenguajear, allí se produce un fluir de interacciones que constituyen coordinaciones conductuales consensuales, que se entrelazan con el emocionar, de docentes y alumnos. La palabra conversar viene de la unión de dos raíces latinas, cum quiere decir “con”, y  versare  que quiere decir “dar vueltas con” otro/s (Maturana, 1997, p. 87)
Enseñar-aprender es un proceso que se construye entre supervisor y supervisados, entre docentes y estudiantes, como sistemas que interactúan enseñando-aprendiendo recíprocamente, realimentándose mutuamente, colaborando. Se trata de una construcción entre docente y estudiantes en la cual desarrollan la capacidad de realizar aprendizajes significativos en una amplia gama de situaciones y circunstancias (Kisnerman, 1999, p.28)
Así, la conversación es uno de los aspectos más importantes de la vida. Mantenemos una conversación constante con los otros y con nosotros mismos. A través de la conversación formamos y reformamos nuestras experiencias vitales; creamos y recreamos nuestra manera de dar sentido y entender; construimos y reconstruimos nuestras realidades y a nosotros mismos. Algunas conversaciones aumentan las posibilidades; otras las disminuyen. Cuando las posibilidades aumentan, tenemos una sensación de acción creadora, una sensación de que podemos encarar lo que nos preocupa o perturba-nuestros dilemas, problemas, dolores y frustraciones- y lograr lo que queremos –nuestras ambiciones, esperanzas, intenciones y acciones (Anderson, 1999, p.21)
La posibilidad  conversacional  permite  una forma distinta de comprender las cosas, que a su vez implica un cambio en la vivencia del mundo, significando  con ello “vivir  en lo que se dice”, ser protagonista. Aquí el comprender es un comprender práctico, desde adentro. Interesado por cómo nos relacionamos y respondemos los unos a los otros en nuestra vida cotidiana
Escribo estas reflexiones para lectores audaces, que día a día reflexionan su práctica, que profundizan en esta dimensión tan importante y tan frecuentemente olvidada, como es la pasión y la alegría de enseñar, de acompañar a nuestros estudiantes, de crear con ellos conversaciones y acciones colaborativas que aumenten nuestras posibilidades. Son los estudiantes quienes dan sentido a nuestra existencia como docentes.
Enseñar-aprender es una práctica social dotada de cierta cuota de inmortalidad, sobre todo cuando recuerdo acciones y palabras vitalmente significativas de mis docentes que hoy ya no están en este mundo. Aquellos profesores aun siguen vivos en mí, por las conversaciones y acciones significativas que construimos, Natalio Kisnerman es uno de ellos.

La relación docente-estudiantes
Uno de los estímulos valiosos que podemos vivir como docentes, es la positiva repercusión que tiene nuestra práctica docente en los estudiantes, y ello se observa en las relaciones que construimos con ellos, sobre todo cuando ellos mismos lo expresan con espontaneidad, en acciones comunicativas intersubjetivas. Pocas profesiones ofrecen al alcance de nuestras manos, recompensas tan hermosas, tan profundas y tan enriquecedoras, pues como docentes estamos en contacto con los sentimientos, ideas, actitudes, valores, esperanzas, sueños frustraciones, penas y alegrías de nuestros estudiantes. También las propias.
Se nos llama educadores justamente  porque admitimos o debiéramos admitir la libertad de aceptación o rechazo de nuestros estudiantes. Educadores, porque acompañamos en libertad, ayudamos a crecer y crecemos, a compartir el descubrimiento del saber, a enseñar y aprender, a convivir y compartir, no tanto a competir. He aquí un motivo y objetivo a la vez,  para desarrollar nuestra pasión por enseñar.
Me contaba una estudiante de Trabajo Social, que una docente durante sus clases, les adelantaba  al curso “que no llegarían muy lejos”, “que su cátedra era difícil, y que su parcial era peor aún”, “que después de julio, pocos sobrevivirían, quedaría la mitad de la matrícula”,  y que a ella “… no le interesaba si se quedaba sin alumnos”. ¡Qué terrible! para los estudiantes encontrarse con un profesional docente que en lugar de acompañar y ayudar al crecimiento, atenta contra su autoestima y autoconcepto, que en lugar de enseñar y acompañar a volar, les corta las alas. ¡Qué terrible! también es ser así, un terrible sufrimiento docente, a mi parecer. Dice Santos Guerra (2001, p.2) Hay quien convierte a los príncipes en sapos. Les hechiza, hace que la palabra entre en sus cuerpos y los transforme. Educar es liberar de esos hechizos”
Los estudiantes perciben de manera nítida, espontánea e inequívoca, cuando se encuentran con un profesional, comprometido, apasionado y coherente en lo que hace en el campo laboral y lo que enseña en las aulas. Enseña, cuando orienta el pensamiento divergente, motiva a compartir, a convivir, a construir, desde los más variados dispositivos de trabajo, sin que la no coincidencia anule el diálogo. “Nosotros nos damos cuenta enseguida cuando el profesor solo memoriza la clase y  afuera no trabaja en lo que enseña” me decía un estudiante de Trabajo Social  -de forma lapidaria- cuando se refería a la actitud de su profesor.
La tragedia de nuestras aulas,  se debe a  que no se las piensa para el movimiento sino para la quietud y el silencio. Pensadas para el dolor,  la angustia y los nervios, no para la alegría de leer – conversar y aprender  con otros. No están pensadas como espacio de despliegue de emociones. Se trata de aulas pensadas para la repetición, memorización y no para la creación. Un estudiante me decía “los trabajos que menos ideas mías tienen, son los que nunca debo rehacer.  Aquellos en los que me juego con mis pensamientos, siempre debo rehacerlos”
Son los estudiantes, quienes más pueden ayudarnos a ser mejores docentes y sobre todo, cuando nos narran su versión. No nos ayudan  cuando son timoratos, dubitativos, complacientes, ni sumisos, muchos menos  cuando reproducen nuestros modelos. Mucho menos  ayudan, cuando temen a sus docentes.
Karl Roger (1972, p.19)  en algún momento de su vida profesional se corrió de  la enseñanza formal para trabajar  desde otro lugar veía pocas esperanzas de cambio en las instituciones educativas “ Ahora que conozco las universidades y escuelas para graduados, sus reglamentos y rigideces, me siento realmente asombrado de una experiencia significativa que viví en la Unión.  Un grupo de nosotros sentía que las ideas nos llegaban ya elaboradas, cuando en realidad deseábamos explorar nuestras propias dudas e incertidumbre, para descubrir dónde nos llevarían. Solicitamos permiso para dirigir nuestro propio seminario,…un seminario sin instructor, y el plan de estudios estaría integrado por nuestros propios interrogantes”
Santos Guerra (2001, p.3) refiere que hace unos meses el filósofo Emilio Lledó decía “Enseñar es una forma de ganarse la vida, pero sobre todo es una forma de ganar la vida de los otros”. No se gana la vida de los otros metiendo en su cabeza datos y conocimientos inertes sino enseñándoles a pensar y a convivir. “Excelente maestro es aquel que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender”, dice Arturo Graf. Esta es una tarea que, arrastrada como un castigo, resulta insoportable y que vivida con entusiasmo, resulta apasionante. Para vivirla con entusiasmo hay que tener sobre ella un conocimiento especializado. Hay que amarla. Los alumnos tienen un radar que les permite saber qué profesores se preocupan de verdad por ellos. El título de un reciente libro noruego dice que dice que los alumnos aprenden de aquellos profesores a los que aman.

Dedico este escrito a Natalio Kisnerman, en nombre de quienes seguimos su estrella. Maestro que en su visita a nuestro Instituto Superior Populorum Progressio (Jujuy, 2004), nos contagió pensamientos y preguntas. Como profesor fue un facilitador, mediador en la construcción de saberes, nos enseñó a saborearlos. Nos dejó su impronta provocadora de búsquedas, un compadrón del deseo y la pasión de aprender a sus setenta y siete  años. Nos hizo comprender que  el deseo de saber  es consustancial al ser humano, que el conocimiento comienza en la pregunta y no en la respuesta. Acompañó nuestro aprendizaje, nos enseñó a que cada día debemos crear, preguntar, descubrir, comprender y sentir nuestro mundo. Nos dejó su impronta seminal; es necesario que surjan de nuestras aulas generaciones de profesionales capaces de transformar y mejorar la vida en el planeta, no solo discursear sobre un mundo mejor.
Natalio Kisnerman, hombre generoso y humilde, con un  perfil muy bajo para la importante trayectoria y capacidades intelectuales que desplegaba por donde anduviese. Motor incansable de actividades y proyectos, para luego cederlos a la gente que los hacía propios. Trabajador Social que supo transmitir clara y amorosamente sus conocimientos, un generador inagotable de ideas para poner en práctica. Preocupado  y ocupado por su pueblo, profesional que se multiplicaba para cumplir con cada cosa que se comprometía. Amigo y colega que entregó su vida  a la comunidad, a la profesión y a la docencia, a quienes amaba.
A él y a nuestros  estudiantes, este cálido homenaje escrito sobre la pasión de enseñar-aprender trabajo social.












BIBLIOGRAFIA
ANDERSON,  Harlene (1999) Conversación, lenguaje y posibilidades, Buenos Aires, Amorrortu.
BERTUCELLI, Sebastián (2006) Curso: El enfoque de redes sociales en educación y salud, Jujuy, Obispado de Jujuy, Instituto Superior Populorum Progressio-Intela.
GALEANO, Eduardo (2001): Las palabras andantes, Buenos Aires, Catálogos.
KISNERMAN, Natalio (1998) Pensar el Trabajo Social. Una Introducción desde el Construccionismo, Buenos Aires, Lumen-Humanitas.
KISNERMAN, Natalio (1998), Reunión de Conjurados. Conversaciones sobre Supervisión,  Buenos Aires, Lumen-Humanitas.
KISNERMAN, Natalio (2004)  A modo de presentación, En MAMANI, Víctor Hugo (2009) “En red-ando salud y calidad de vida”, Buenos Aires, Lumen-Humanitas.
MATURANA, Humberto (2004) Desde la Biología a la Psicología, Buenos Aires, Lumen
ROGER, Karl (1972) El proceso de convertirse en persona, Buenos Aires, Paidós.
SANTOS GUERRA, Miguel Angel (2001) Por qué merece la pena educar hoy, España, Boletín Informativo Sierra de Segura Orcera
SANTOS GUERRA, Miguel Angel (2010) Un pacto imprenscindible. Disponible en http://blogs.publico.es/dominiopublico/category/miguel-angel-santos-guerra/















VICTOR HUGO MAMANÍ.
Trabajador Social-Magister en Trabajo Social (UNER-Facultad de Trabajo Social),  Técnico Superior en Ciencias Penales y Criminológicas, Socioterapeuta en Tóxicodependencias. Formación recibida  de la SEDRONAR (Argentina) y el  Centro Italiano de Solidaridad (C.E.I.S) de Roma – Italia,  Diplomado Universitario en Administración de Programas Sociales. Universidad de Antofagasta. Chile, Estudios de Licenciatura en Trabajo Social. Universidad Nacional de Santiago del Estero. Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud, Formación de Posgrado en Dinámica de Grupos. Secretaría de Posgrado. Universidad Nacional de Tucumán, Experto Universitario en Educación Socio-Comunitaria. Universidad Tecnológica Nacional. Facultad Regional Buenos Aires.  Investigador (2006-2010/ 2010-2013) en Proyecto UDELAC.La Universidad de la Calle”.Unidad de Investigación Semiótica en Ciencias Sociales. (U.I.S.C.S) Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy Profesor Titular de la Cátedra: Teoría e Intervención del Trabajo Social con Grupos” de la Tecnicatura Superior en Trabajo Social, Instituto de Educación Superior no Universitaria “Populorum Progressio - Intela”. Obispado de Jujuy.
Coordinador  Técnico del  Proyecto Socio Comunitario: Por un Futuro Mejor 2007-2013.  Redes e Interculturalidad en Problemáticas de la Niñez, Adolescencia y Familia  de la Fundación Carmo Lamas. Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia. Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Jujuy.
Asesor en temas de  su especialidad del Poder Legislativo de la Provincia de Jujuy. Bloque de Diputados Justicialista. Ensayista y Consultor Independiente en temas de su especialidad, de instituciones públicas y privadas. Presidente  del Centro de Estudios Socioculturales y Acción Comunitaria: Jakasiña. Donde coordina conversatorios y  dirige el proyecto de Investigación: “Discursos y Practicas  Culturales de la cosmovisión andina presentes en estudiantes de la Carrera de Trabajo Social de San Salvador de Jujuy”  CJ/2010.
Autor de:
-“La Cárcel: instrumento de un sistema falaz. Un intento Humanizante”, Lumen-Humanitas  (2005), 
- Recuperando la Salud. Historia de un sueño: salud de excelencia para todos”  colaborador del  Mg. Raúl Llobeta, Lumen-Humanitas  (2007)
-“La construcción del Trabajo social en el ámbito de la ejecución penal” en  Coautoría con Daniela Puebla  y Juan Scatolini. (2008),
-“La dinámica del Grupo Curso” (2008) Centro Jakasiña, Jujuy,  
-“En-red-ando salud y calidad de Vida”Lumen-Humanitas (2009)

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VICTOR HUGO MAMANI Mg. en Trabajo Social (UNER) Lic. en Trabajo Social (UNSE) En Santiago del Estero-Argentina