DOCENCIA Y PASIÓN EN TRABAJO SOCIAL
Víctor Hugo MAMANI
Seguramente
este tipo de títulos puede generar sonrisas irónicas e incluso, gestos de
sarcasmo. No me preocupa, “pues el trabajo social, como toda
profesión tiene en su seno fuerzas antagónicas y una profesión que no produce
errores y que no puede nutrirse de ellos, es incapaz de producir cambios
internos y externos (Kisnerman 1998, p.7)
Hay
profesionales del Trabajo Social que
viven la docencia como un trabajo más, como una obligación, un horario a
cumplir entre varios, como la primera salida laboral o como la última
alternativa, después de jubilados. Otros viven la docencia como una pesada
carga, sencillamente no desean ser docentes, solo “hacen” de docentes. Por otro
lado, existen quienes no exploran ni buscan un clima propicio en las
instituciones de formación para crear e innovar sus prácticas. En muchos casos,
algunos solo renuevan el discurso, repiten discursos de moda; por ejemplo
hablan de alinearse en “teorías críticas” sin construir prácticas críticas y
transformadoras. Razón por la cual, caen en una peligrosa incoherencia, ampliando la brecha, “hay un
total divorcio entre lo académico, entre todo lo que decimos y mostramos en
nuestras clases, y nuestras prácticas…” (Kisnerman 2004, p.1)
Ser
autocríticos con nuestras prácticas docentes no significa matar la esperanza,
por el contrario, implica construirla, ser críticos significa para mi; ser
testigos lúcidos de nuestras prácticas y despiadadamente riguroso en el
análisis de nuestros obstáculos, y
superarlos. En educación, coincido con lo que
expresa Santos Guerra (2010, p.1)
citando al filósofo Max Horkheimer que podemos ser pesimistas teóricos, pero hemos de ser optimistas
prácticos” No hay que dejar de
intentarlo por más difícil que parezca
conseguirlo.
La
mirada autocrítica según Sebastián Bertucelli
(2006) ayudará a no “transformarnos por elección propia, en
inoperantes peligrosamente ilustrados” que hablamos maravillosamente de
teorías y paradigmas en las aulas, mas nada hacemos para co-construir realidades
superadoras de aquellas que vivimos criticando. De nada sirven dichas teorías si no se traducen en prácticas
que mejoren colaborativamente la calidad de vida de nuestros pueblos.
Un/a Trabajador/a Social docente, almidonado,
amargado, sin alegría ni carisma, sin pasión por lo que hace, no solo es poco
nutritivo para sí mismo. Lo es sobre
todo para los estudiantes con quienes
construye la relación educativa. Un/a Trabajador/a Social desactualizado,
quemado, sin ilusiones, que sufre su
ejercicio profesional docente, es
más peligroso que un gorila con navaja.
Pero
esta moneda tiene como todas, su otra cara posible: la pasión por enseñar desde
la coherencia, entre el sentir, pensar, decir y hacer, ¿Por qué no entregarnos a esa pasión de enseñar? Nuestra construcción
interaccional en el aula debe ser convocante, caso contrario “soplamos en flauta quebrada” y nuestras
palabras pierden sentido (Galeano, 200,
p. 64)
Enseñar,
aprender, conversar
Lo
humano existe en el conversar y todo quehacer humano ocurre como una red de
conversaciones. Para mí, enseñar y aprender es conversar, es lenguajear, allí
se produce un fluir de interacciones que constituyen coordinaciones
conductuales consensuales, que se entrelazan con el emocionar, de docentes y
alumnos. La palabra conversar viene de la unión de dos raíces latinas, cum quiere decir “con”, y versare
que quiere decir “dar vueltas con” otro/s
(Maturana, 1997, p. 87)
Enseñar-aprender
es un proceso que se construye entre supervisor y supervisados, entre docentes
y estudiantes, como sistemas que interactúan enseñando-aprendiendo
recíprocamente, realimentándose mutuamente, colaborando. Se trata de una
construcción entre docente y estudiantes en la cual desarrollan la capacidad de
realizar aprendizajes significativos en una amplia gama de situaciones y
circunstancias (Kisnerman, 1999, p.28)
Así,
la conversación es uno de los aspectos más importantes de la vida. Mantenemos
una conversación constante con los otros y con nosotros mismos. A través de la
conversación formamos y reformamos nuestras experiencias vitales; creamos y
recreamos nuestra manera de dar sentido y entender; construimos y reconstruimos
nuestras realidades y a nosotros mismos. Algunas conversaciones aumentan las
posibilidades; otras las disminuyen. Cuando las posibilidades aumentan, tenemos
una sensación de acción creadora, una sensación de que podemos encarar lo que
nos preocupa o perturba-nuestros dilemas, problemas, dolores y frustraciones- y
lograr lo que queremos –nuestras ambiciones, esperanzas, intenciones y acciones
(Anderson, 1999, p.21)
La
posibilidad conversacional permite una forma distinta de comprender las cosas,
que a su vez implica un cambio en la vivencia del mundo, significando con ello “vivir
en lo que se dice”, ser
protagonista. Aquí el comprender es un comprender práctico, desde adentro.
Interesado por cómo nos relacionamos y respondemos los unos a los otros en
nuestra vida cotidiana
Escribo
estas reflexiones para lectores audaces, que día a día reflexionan su práctica,
que profundizan en esta dimensión tan importante y tan frecuentemente olvidada,
como es la pasión y la alegría de enseñar, de acompañar a nuestros estudiantes,
de crear con ellos conversaciones y acciones colaborativas que aumenten
nuestras posibilidades. Son los estudiantes quienes dan sentido a nuestra
existencia como docentes.
Enseñar-aprender
es una práctica social dotada de cierta cuota de inmortalidad, sobre todo
cuando recuerdo acciones y palabras vitalmente significativas de mis docentes
que hoy ya no están en este mundo. Aquellos profesores aun siguen vivos en mí,
por las conversaciones y acciones significativas que construimos, Natalio
Kisnerman es uno de ellos.
La
relación docente-estudiantes
Uno
de los estímulos valiosos que podemos vivir como docentes, es la positiva
repercusión que tiene nuestra práctica docente en los estudiantes, y ello se
observa en las relaciones que construimos con ellos, sobre todo cuando ellos mismos
lo expresan con espontaneidad, en acciones comunicativas intersubjetivas. Pocas
profesiones ofrecen al alcance de nuestras manos, recompensas tan hermosas, tan
profundas y tan enriquecedoras, pues como docentes estamos en contacto con los
sentimientos, ideas, actitudes, valores, esperanzas, sueños frustraciones,
penas y alegrías de nuestros estudiantes. También las propias.
Se
nos llama educadores justamente porque
admitimos o debiéramos admitir la libertad de aceptación o rechazo de nuestros
estudiantes. Educadores, porque acompañamos en libertad, ayudamos a crecer y
crecemos, a compartir el descubrimiento del saber, a enseñar y aprender, a
convivir y compartir, no tanto a competir. He aquí un motivo y objetivo a la
vez, para desarrollar nuestra pasión por
enseñar.
Me
contaba una estudiante de Trabajo Social, que una docente durante sus clases,
les adelantaba al curso “que no llegarían muy lejos”, “que su
cátedra era difícil, y que su parcial era peor aún”, “que después de julio,
pocos sobrevivirían, quedaría la mitad de la matrícula”, y que a ella “… no le interesaba si se quedaba sin alumnos”. ¡Qué terrible! para
los estudiantes encontrarse con un profesional docente que en lugar de
acompañar y ayudar al crecimiento, atenta contra su autoestima y autoconcepto,
que en lugar de enseñar y acompañar a volar, les corta las alas. ¡Qué terrible!
también es ser así, un terrible sufrimiento docente, a mi parecer. Dice Santos
Guerra (2001, p.2) “Hay quien convierte a los príncipes en sapos. Les hechiza, hace que la
palabra entre en sus cuerpos y los transforme. Educar es liberar de esos
hechizos”
Los
estudiantes perciben de manera nítida, espontánea e inequívoca, cuando se
encuentran con un profesional, comprometido, apasionado y coherente en lo que
hace en el campo laboral y lo que enseña en las aulas. Enseña, cuando orienta
el pensamiento divergente, motiva a compartir, a convivir, a construir, desde
los más variados dispositivos de trabajo, sin que la no coincidencia anule el
diálogo. “Nosotros nos damos cuenta
enseguida cuando el profesor solo memoriza la clase y afuera no trabaja en lo que enseña” me
decía un estudiante de Trabajo Social
-de forma lapidaria- cuando se refería a la actitud de su profesor.
La
tragedia de nuestras aulas, se debe
a que no se las piensa para el
movimiento sino para la quietud y el silencio. Pensadas para el dolor, la angustia y los nervios, no para la alegría
de leer – conversar y aprender con
otros. No están pensadas como espacio de despliegue de emociones. Se trata de
aulas pensadas para la repetición, memorización y no para la creación. Un
estudiante me decía “los trabajos que
menos ideas mías tienen, son los que nunca debo rehacer. Aquellos en los que me juego con mis
pensamientos, siempre debo rehacerlos”
Son
los estudiantes, quienes más pueden ayudarnos a ser mejores docentes y sobre
todo, cuando nos narran su versión. No nos ayudan cuando son timoratos, dubitativos,
complacientes, ni sumisos, muchos menos
cuando reproducen nuestros modelos. Mucho menos ayudan, cuando temen a sus docentes.
Karl
Roger (1972, p.19)
en algún momento de su vida profesional se corrió de la enseñanza formal para trabajar desde otro lugar veía pocas esperanzas de
cambio en las instituciones educativas “
Ahora que conozco las universidades y escuelas para graduados, sus reglamentos
y rigideces, me siento realmente asombrado de una experiencia significativa que
viví en la Unión. Un grupo de nosotros
sentía que las ideas nos llegaban ya elaboradas, cuando en realidad deseábamos
explorar nuestras propias dudas e incertidumbre, para descubrir dónde nos
llevarían. Solicitamos permiso para dirigir nuestro propio seminario,…un
seminario sin instructor, y el plan de estudios estaría integrado por nuestros
propios interrogantes”
Santos Guerra (2001, p.3) refiere que hace unos meses el filósofo Emilio
Lledó decía “Enseñar es una forma de
ganarse la vida, pero sobre todo es una forma de ganar la vida de los otros”.
No se gana la vida de los otros metiendo en su cabeza datos y conocimientos
inertes sino enseñándoles a pensar y a convivir. “Excelente maestro es aquel
que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender”, dice
Arturo Graf. Esta es una tarea que, arrastrada como un castigo, resulta
insoportable y que vivida con entusiasmo, resulta apasionante. Para vivirla con
entusiasmo hay que tener sobre ella un conocimiento especializado. Hay que
amarla. Los alumnos tienen un radar que les permite saber qué profesores se
preocupan de verdad por ellos. El título de un reciente libro noruego dice que
dice que los alumnos aprenden de aquellos profesores a los que aman.
Dedico
este escrito a Natalio Kisnerman, en nombre de quienes seguimos su estrella.
Maestro que en su visita a nuestro Instituto Superior Populorum Progressio (Jujuy,
2004), nos contagió pensamientos y preguntas. Como profesor fue un facilitador,
mediador en la construcción de saberes, nos enseñó a saborearlos. Nos dejó su
impronta provocadora de búsquedas, un compadrón del deseo y la pasión de
aprender a sus setenta y siete años. Nos
hizo comprender que el deseo de saber es consustancial al ser humano, que el
conocimiento comienza en la pregunta y no en la respuesta. Acompañó nuestro
aprendizaje, nos enseñó a que cada día debemos crear, preguntar, descubrir,
comprender y sentir nuestro mundo. Nos dejó su impronta seminal; es necesario
que surjan de nuestras aulas generaciones de profesionales capaces de
transformar y mejorar la vida en el planeta, no solo discursear sobre un mundo
mejor.
Natalio
Kisnerman, hombre generoso y humilde, con un perfil muy bajo para la importante trayectoria
y capacidades intelectuales que desplegaba por donde anduviese. Motor incansable
de actividades y proyectos, para luego cederlos a la gente que los hacía
propios. Trabajador Social que supo transmitir clara y amorosamente sus
conocimientos, un generador inagotable de ideas para poner en práctica.
Preocupado y ocupado por su pueblo,
profesional que se multiplicaba para cumplir con cada cosa que se comprometía.
Amigo y colega que entregó su vida a la
comunidad, a la profesión y a la docencia, a quienes amaba.
A
él y a nuestros estudiantes, este cálido
homenaje escrito sobre la pasión de enseñar-aprender trabajo social.
BIBLIOGRAFIA
ANDERSON, Harlene (1999) Conversación, lenguaje y posibilidades, Buenos Aires, Amorrortu.
BERTUCELLI,
Sebastián (2006) Curso: El enfoque de
redes sociales en educación y salud, Jujuy, Obispado de Jujuy, Instituto
Superior Populorum Progressio-Intela.
GALEANO, Eduardo
(2001): Las palabras andantes, Buenos
Aires, Catálogos.
KISNERMAN,
Natalio (1998) Pensar el Trabajo Social. Una
Introducción desde el Construccionismo, Buenos Aires, Lumen-Humanitas.
KISNERMAN,
Natalio (1998), Reunión de Conjurados.
Conversaciones sobre Supervisión, Buenos Aires, Lumen-Humanitas.
KISNERMAN,
Natalio (2004) A modo de presentación, En MAMANI, Víctor Hugo (2009) “En red-ando salud y calidad de vida”, Buenos
Aires, Lumen-Humanitas.
MATURANA,
Humberto (2004) Desde la Biología a la
Psicología, Buenos Aires, Lumen
ROGER,
Karl (1972) El proceso de convertirse en
persona, Buenos Aires, Paidós.
SANTOS
GUERRA, Miguel Angel (2001) Por qué
merece la pena educar hoy, España, Boletín Informativo Sierra de Segura
Orcera
SANTOS
GUERRA, Miguel Angel (2010) Un pacto imprenscindible. Disponible en http://blogs.publico.es/dominiopublico/category/miguel-angel-santos-guerra/
VICTOR
HUGO MAMANÍ.
Trabajador
Social-Magister en Trabajo Social (UNER-Facultad de Trabajo Social), Técnico Superior en Ciencias Penales y Criminológicas, Socioterapeuta en Tóxicodependencias. Formación recibida de la SEDRONAR (Argentina) y el Centro Italiano de Solidaridad (C.E.I.S) de
Roma – Italia, Diplomado Universitario en Administración de Programas Sociales. Universidad
de Antofagasta. Chile, Estudios de
Licenciatura en Trabajo Social. Universidad Nacional de Santiago del
Estero. Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud, Formación de Posgrado en Dinámica de Grupos.
Secretaría de Posgrado. Universidad Nacional de Tucumán, Experto Universitario en Educación Socio-Comunitaria. Universidad
Tecnológica Nacional. Facultad Regional Buenos Aires. Investigador
(2006-2010/ 2010-2013) en Proyecto UDELAC. “La Universidad de la Calle”.Unidad de
Investigación Semiótica en Ciencias Sociales. (U.I.S.C.S) Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy – Profesor Titular de la Cátedra: Teoría
e Intervención del Trabajo Social con Grupos” de la Tecnicatura Superior en
Trabajo Social, Instituto de Educación Superior no Universitaria
“Populorum Progressio - Intela”. Obispado de Jujuy.
Coordinador Técnico del
Proyecto Socio Comunitario: Por un Futuro Mejor
2007-2013. Redes e Interculturalidad en
Problemáticas de la Niñez, Adolescencia y Familia de la Fundación Carmo Lamas. Secretaría de Niñez,
Adolescencia y Familia. Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de
Jujuy.
Asesor en temas de su especialidad del Poder Legislativo de la
Provincia de Jujuy. Bloque de Diputados Justicialista. Ensayista y Consultor Independiente en temas de su especialidad, de
instituciones públicas y privadas. Presidente del Centro de Estudios Socioculturales y
Acción Comunitaria: Jakasiña.
Donde coordina conversatorios y dirige
el proyecto de Investigación: “Discursos
y Practicas Culturales de la cosmovisión
andina presentes en estudiantes de la Carrera de Trabajo Social de San Salvador
de Jujuy” CJ/2010.
Autor
de:
-“La
Cárcel: instrumento de un sistema falaz. Un intento Humanizante”, Lumen-Humanitas (2005),
- Recuperando la Salud. Historia de un sueño: salud de excelencia para
todos” colaborador del Mg. Raúl Llobeta, Lumen-Humanitas (2007)
-“La construcción del Trabajo social en el ámbito de la ejecución penal”
en Coautoría con Daniela Puebla y Juan Scatolini. (2008),
-“La dinámica del Grupo Curso” (2008) Centro Jakasiña, Jujuy,
-“En-red-ando salud y calidad de Vida”Lumen-Humanitas (2009)
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