domingo, 27 de octubre de 2013

SOCIOTERAPIA Y ADICCIONES.La mutua elección en el vínculo terapéutico

ENCUENTRO PROVINCIAL DE MADRES EN LUCHA CONTRA LAS ADICCIONES
“Embarrándonos de Compromiso”
23 y 24 de Octubre 2013 - Salón U.P.C.N - Jujuy-Argentina

Socioterapia y Adicciones - Reflexiones sobre la mutua elección  en el vínculo terapéutico”

Víctor Hugo MAMANI[1]

1.     Introducción
El presente trabajo intenta integrar aprendizajes y experiencias de trabajo  en el abordaje terapéutico a las adicciones tanto en Comunidad Terapéutica, Casas de Admisión o Centros de Día, (instituciones públicas y privadas, OSC) en donde los programas terapéuticos contienen una instancia de admisión; entendiéndola como un momento de recepción, de acogida, de “salvataje” de alguien que sufre con el problema de las adicciones. Este recibimiento implica un ámbito  cálido, poseedor de una atmósfera que priorice mensajes verbales y de aquellos que no se motorizan con la boca sino poniendo “el cuerpo”; requiere serenidad, música, confluencia, sintonía, abrazo, firmeza, equilibrio ambiental en la proximidad. En síntesis una enorme dosis de humanidad y profesionalidad, que permita desplegar una invitación a dejar escapar en el usuario, su primer SI, que incluye o debería incluir el involucramiento de su sistema familiar. De modo que iniciemos juntos un camino de re-construcción, de reparación, crecimiento y de re-inserción social.
Se trata de un ámbito abierto al mundo, a diferencia de entenderlo como un “campus” cerrado para un grupo de exploradores de lo interior… La admisión se constituye en un campus de primera integración al tratamiento, del joven que decide cambiar su vida, iniciando un lento camino hacia adelante y hacia arriba en su relación consigo mismo y los otros.
La admisión es un tiempo y un espacio para conversaciones transformantes,  en el cual el joven tiene la oportunidad de tomar decisiones diferentes de las que venía tomando, en su recorrido vital. La admisión es un espacio compartido con jóvenes que comparten una similar situación existencial, encuentro con otros generando la experiencia de caminar juntos con  Operadores Socioterapéuticos, con profesionales tradicionales y con familias.
La admisión posibilita o debería posibilitar la construcción del sentido de pertenencia, que contribuya a un reconocimiento tenido como clave en el intento de recuperación del joven: el advenimiento de su propia responsabilidad y protagonismo en el tratamiento. La admisión puede entenderse en un marco residencial o no residencial.
La admisión ofrece un sistema relacional terapéutico- conversaciones educativas, una serie de experiencias terapéuticas-educativas vivenciando recursos técnicos que le ofrecen también la posibilidad de ayudar y ser ayudado, ayudarse ayudando, un proceso terapéutico colaborativo. La admisión debería irradiar  la alegría de vivir, la fuerza y el coraje de iniciar una nueva trayectoria vital. No debemos olvidar que la admisión se constituye un sistema relacional donde residentes, operadores, profesionales deben estar en condiciones personales y profesionales de irradiar esa alegría de vivir, fuerza y coraje.
La admisión, espacio, tiempo, construcción relacional que se torna terapéutica en cuanto contribuye al mejoramiento de la estabilidad interior de los jóvenes que ingresan al sistema relacional de referencia. Ello a través  de experiencias conversacionales, de aprendizajes lentos, progresivos, procesuales sobre lo comportamental y el mundo de los valores.
En el sistema interaccional de la admisión ponemos en juego instrumentos que facilitan al joven “darse cuenta” de su propia situación en un “aquí y ahora” comenzando de alguna manera y esencialmente su TERAPIA, lo cual significa que las operaciones grupales  y las intervenciones individuales  de los operadores de Admisión tienen su dirección y sentido en el marco de una PEDAGOGIA TERAPEUTICA.

2.      ¿Qué entiendo por  mutua elección en el vínculo terapéutico?
Elegí ser Trabajador Social y  me formé como Socioterapeuta en Tóxicodependencias, entre otras especializaciones que fui adquiriendo en mi formación profesional. A partir de esa formación inicial elegí esta manera de crecer y digo que los usuarios de mis servicios profesionales tanto en instituciones públicas, privadas, OSC  fueron y son los motores de crecimientos compartidos: el suyo y el mío.
Cuando por diferentes formas y vías,  se produce el encuentro entre un usuario o futuro residente de comunidad terapéutica o centro de día y yo, considero necesario e importante mencionar y dejar claro – entre otras cosas- la importancia que tiene para mí lo que Jorge Bucay denomina la doble elección  en el vínculo terapéutico. Esto  quiere decir que no se trata de una aceptación o una recepción fría que a modo de trámite o protocolo  debe llenar un formulario con información necesaria para la institución. Sino que debo re-pensarla como un momento de encuentro y aceptación mutua, de admisión mutua si se quiere. Que no solo él debe elegirme como su terapeuta o acompañante sino que  yo también transitaré un proceso de elección, es decir que yo también  lo elegiré a él – o no- como usuario de mis servicios terapéuticos-pedagógicos, o el programa que represento.
En general esta elección la hago en forma intuitiva y en algunos casos la re-pienso o me re-pienso en dicho proceso terapéutico. En algunos casos, simplemente siento que puedo  y quiero ayudarlo, me gusta la idea de acompañarlo en sus nuevas construcciones existenciales y asumo el desafío. El y su circunstancia, despiertan mi interés. A partir de la doble elección que solemos hacer en dos o tres conversaciones, comenzamos a trabajar colaborativamente JUNTOS
Entonces aquí se construye un vínculo no jerárquico, pues yo no soy un genio que tiene, que puede y quiere frente a un tonto  que no quiere, no tiene ni puede. No soy  alguien que todo lo puede frente a quien nada puede hacer. Solamente considero que somos dos personas con distintas historias de vida y experiencia culturales, que construimos históricamente distintas maneras de ser, de pensar,  de sentir, de hacer.
Claro que por las características de la situación que lo trae a consulta,  y la relación colaborativa que le propongo, seguramente le prestamos mucha atención a su problemática personal más que a la mía, pero esto es debido a que suponemos que hay una  cantidad de cosas que yo tengo estudiadas, vistas y experiencias de trabajo capitalizadas. Creo que hasta cierto punto, esa es mi única ventaja. La ventaja de él o ella,  es que sin ninguna duda sabe mucho más de sus problemas que yo. De allí que el aporte de ambos en una nueva construcción colaborativa, las posibilidades de cambio y crecimiento se incrementan, se multiplican, se expanden. No solo las del joven o adolescente que llega a consulta, de los grupos en que participa, sino también las mías.
Cualquier construcción relacional con el otro, cualquier conexión con el otro desde nuestros aspectos “saludables” me enriquece en sí mismo y más aún cuando puedo dar de mí, de mi persona y mi formación profesional. Suena paradójico enriquecerse dando y no acumulando, y sin embargo lo concibo así. Sucede que desde la experiencia, cuando doy mi tiempo, mi escucha, mi comprensión, expongo mis narrativas, mis interpretaciones, mis sugerencias, me brindo, ofrezco, y el acto de recibir del otro es vivido por mí como una entrega  también  de su parte… Del mismo modo, me entrego al otro cuando recibo lo que me da: su tiempo, su escucha, su narrativa, sus interpretaciones del mundo y lo que le pasa,  su historia, etc.
Es así que desde mi profesión, me enriquezco permanentemente. En esta relación que propongo y que trabajo, encuentro que lo terapéutico-pedagógico no es solamente  una interpretación del pasado, tampoco una medicación justa, ni un consejo “sano” presentado como verdad. Lo único terapéutico-pedagógico es el vínculo construido entre ambos. Eric Berne lo define como un «compromiso bilateral explícito de seguir una línea de acción bien definida» (Berne, 1983)
El contrato terapéutico tal vez sea la manifestación humanista más precisa y contundente de la psicoterapia transaccional. Sin la construcción de un contrato o acuerdo de trabajo terapéutico, podemos dudar que la actividad terapéutica pueda encuadrarse en el ámbito transaccional. Un contrato terapéutico es un acuerdo, consentido entre el facilitador o terapeuta y el usuario de su servicio. La misión es propiciar el cambio de conducta del cliente, directa o medialmente. En tanto que es acuerdo, ha de estar expreso (verbal o escrito) y referido a los objetivos, etapas y condiciones del tratamiento.



3.      Construyendo una relación significativa
La experiencia de trabajo en adicciones con personas privadas de libertad me permitió descubrir que cuando mas auténtico puedo ser en la relación, mayores posibilidades tengo de éxito en procesos pedagógicos y terapéuticos. Esto significa que identifico mis sentimientos frente a ese otro, y no ofrezco una fachada externa, no la “careteo”. Ser auténtico implica también la voluntad de ser y expresarme, a través de mis palabras y mi conducta, expresar los diversos sentimientos y actitudes que existen en mi, respecto al usuario y su problema. Esta es la manera que aprendí, de construir una relación que sea auténtica, condición que reviste fundamental importancia en los procesos que hoy nos convocan. Solo mostrándome tal cual soy, puedo lograr que la otra persona se busque exitosamente en su propia autenticidad.
Cuando mayor sea la aceptación y el agrado que experimento hacia un sujeto y su problema de adicciones, más efectiva resultara la relación que estamos construyendo. Aceptarlo significa un cálido respeto hacia él como persona y su familia, y su problema. Una persona de mérito propio e incondicional, es decir, como sujeto valioso independientemente de su condición, conducta o sentimientos. La aceptación  también significa el respeto y agrado que siento hacia él como persona distinta, el deseo de que posea sus propios sentimientos, la aceptación y el respeto por todas sus actitudes que ha sostenido en el pasado. Esta aceptación de cada uno de los aspectos de la otra persona le brinda calidez y seguridad en nuestra relación; esto es fundamental, puesto que la seguridad de agradar al otro y ser valorado como persona parece constituir un elemento de gran importancia en una relación de ayuda.
También encuentro la relación significativa en la medida que siento un deseo constante de comprender; una sensible empatía con cada uno de los sentimientos y expresiones del cliente tal como se le aparecen en ese momento. La aceptación no significa nada si no implica comprensión empática. Solo cuando comprendo los sentimientos y pensamientos que el cliente le parecen horribles, débiles, sentimentales o extraños y cuando alcanzo a verlos tal como él los ve y aceptarlo con ellos, se siente realmente libre de explorar los rincones ocultos y los vericuetos de su vivencia más íntima y a menudo olvidada. Esta libertad es una condición importante en la relación. Se trata de la libertad  de explorarse a sí mismo tanto en el nivel consciente como inconsciente, tan rápidamente como sea posible embarcarse en esta peligrosa búsqueda. El cliente también debe sentirse libre de toda evaluación moral o diagnóstica, puesto que  mi juicio, las evaluaciones de este tipo son siempre amenazadoras.
Otra gran característica que nos enseñó Carl Rogers es una especie de transparencia que pone de manifiesto los verdaderos sentimientos del terapeuta, por la aceptación de la otra persona como individuo diferente y valioso de su propio derecho y por una profunda comprensión empática que me permite observar su propio mundo tal como él lo ve. Una vez logradas estas condiciones, me convierto en compañero de mi propio usuario en el transcurso de la aterradora búsqueda de sí mismo que ya se siente capaz de emprender.
Claro, no siempre puedo lograr este tipo de relación. A veces, aún cuando crea haberla alcanzado en mí, el cliente puede estar demasiado atemorizado (cerrado-encerrado en su coraza, en su armadura) como para percibir lo que se le ofrece. Sin embargo, podría afirmar que cuando soy capaz de adoptar la actitud que acabo de describir y cuando la otra persona puede también experimentarla en alguna medida, invariablemente surgirán el cambio y el desarrollo personal constructivo.
En cuanto a la motivación al cambio, durante la construcción y logro de  la relación significativa en la admisión, el sujeto va descubriendo sus capacidades  para ser protagonista de su propio desarrollo, avanza progresivamente en la construcción y sostén de su propia madurez, en palabras de Carl Rogers.
En un ambiente psicológico adecuado, esta tendencia puede expresarse libremente, y deja de  ser una potencialidad para convertirse en algo real. Esta tendencia  se pone de manifiesto en la capacidad de sujeto para comprender aquellos aspectos de su vida y de sí mismo que le provocan dolor, angustia, insatisfacción; tal comprensión se extiende más allá de su conocimiento consciente de sí mismo, para alcanzar  aquellas experiencias que han quedado ocultas a causa de su naturaleza amenazadora. También se expresa en su tendencia de re-organizar su personalidad y su relación con la vida de acuerdo con patrones considerados más adecuados y aceptados. Cualquiera que sea el nombre que le asignemos- tendencia al crecimiento personal, impulso a la autorrealización o tendencia direccional progresiva, rehabilitación , reinserción - ella constituye el móvil de la vida y representa en última instancia, el factor del que depende toda psicoterapia. No es sino el impulso que se manifiesta en toda vida orgánica y humana- de expansión, extensión, autonomía, desarrollo, maduración,- la tendencia a expresar y actualizar todas las capacidades del organismo, en la medida en que tal actualización aumenta el valor del organismo o del sí mismo. Esta tendencia puede hallarse encubierta por múltiples defensas psicológicas sólidamente sedimentadas. Puede permanecer oculta bajo elaboradas fachadas que nieguen su existencia, sin embargo, opino que existe en todos los individuos y solo espera condiciones adecuadas para liberarse.
Intenté describir la relación que constituye la base de toda  modificación constructiva de la personalidad, (del yo) de señalar el tipo particular de capacidad del individuo aporta a esta relación. En una relación como la descripta, el sujeto reorganizara su personalidad, tanto en el nivel consciente como en los estratos más profundos, de esa manera, se hallará en condiciones de encarar la vida de modo más constructivo, más inteligente y mas sociable a la vez que más satisfactorio. En esta relación que proponemos el sujeto se convierte en una persona más integrada y eficiente, cambia su auto-percepción y se torna más realista en su modo de conceptuarse a sí mismo. Comienza a parecerse a la persona que querría ser y se valora más, se tiene más confianza y adquiere mayor capacidad de adoptar sus propias decisiones. Alcanza una mejor comprensión de sí mismo, llega a ser más abierto a su experiencia, con lo cual disminuye su tendencia a negar o reprimir algunos aspectos de ésta y comienza a aceptar mejor sus actitudes hacia los otros, pues advierte las semejanzas que existen entre él y los demás.


Como terapeutas y equipos Terapéuticos
Si podemos crear desde una presencia plena, desde una relación humana colaborativa que se caracterice por autenticidad,  transparencia, compromiso y en la cual podamos identificar-vivir los verdaderos y propios sentimientos;
Si podemos construir conversaciones generativas de cambios,  una cálida aceptación y valoración de la otra persona como diferente y a la vez valioso y una sensible capacidad de ver a nuestro usuario y su mundo tal como él lo ve
Entonces nuestro usuario experimentará y comprenderá aspectos de sí mismo anteriormente reprimidos, logrará cada vez mayor integración personal y será más capaz de relacionarse positivamente con el mundo.
Se parecerá cada vez más a la persona que querría ser
Se volverá más personal, más original y expresivo
Será más emprendedor y se tendrá más confianza
Elaborara sus experiencias y le otorgará nuevas significaciones, seguidas de nuevas prácticas. Se tornará más comprensivo y podrá aceptar mejor a los demás y podrá enfrentar los problemas de la vida de una manera más fácil y adecuada.
Crecerá, y Creceremos.

Muchas Gracias
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
PICHI, Mario (1977) “El Proyecto Hombre”, Centro Italiano de Solidaridad. Roma-Italia
MILLER, William (1999) “La entrevista motivacional”, Paidos, Barcelona-España
ROGERS, Carl (1972) “El proceso de convertirse en persona” Paidos, Barcelona-España.
DE  DOMINICIS, Andrea (1990) “El Modelo Socioterapéutico” Curso de Operadores Socioterapéuticos (Fondo de las Naciones Unidas para la Fiscalización del Uso Indebido de Drogas- Centro  Italiano di Solidarieta-Roma-Italia) Proyecto AD/ARG/87/525
PEREYRA, Mario (1996) “La integración de la esperanza en la estrategia psicoterapéutica”. Universidad Adventista del Plata. Villa Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina.
GAGGERO, Daniel (2004) “La construcción de la Esperanza como generadora de salud integral” Centro de Rehabilitación Física Dr.Vicente Arroyabe. Jujuy-Argentina
LOPEZ CORVO, Rafael (1994) “La rehabilitación del adicto” ,Nueva Visión, Buenos Aires.
GOMEZ DA COSTA, Antonio (1993) “Pedagogía de la Presencia”,  Siglo XXI. Bs.As. Argentina




[1] Asistente Social.  Socioterapeuta en Tóxicodependencias (Fondo de las Naciones Unidas para la Fiscalización del Uso Indebido de Drogas- Centro  Italiano di Solidarieta-Roma-Italia) Proyecto AD/ARG/87/525. Magister en trabajo social (uner/fts) Integra equipo terapéutico del programa “allinkay”-Dispositivo Terapéutico en adicciones/centro de estudios jakasiña Jujuy-Argentina.

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VICTOR HUGO MAMANI Mg. en Trabajo Social (UNER) Lic. en Trabajo Social (UNSE) En Santiago del Estero-Argentina