jueves, 18 de febrero de 2016

ENSEÑAR-APRENDER EN SITUACION DE ENCIERRO

I Encuentro Latinoamericano de Educación,
19 de Noviembre 2015
Campus Universitario. Universidad Nacional de Salta. Argentina.
 

ENSEÑAR-APRENDER EN SITUACION DE ENCIERRO

Presencia, conversación, posibilidades[1]
 

Mg. MAMANI, Víctor Hugo

 

INTRODUCCION

Buenos días. Ante todo quiero agradecer a los organizadores la invitación y la confianza depositada, para hablar de un tema controvertido, como es la educación en situación de encierro. Aclaro que no soy docente de profesión, sí tengo el honor de hacer de docente en diferentes ámbitos formales e informales. Desde Seminarios, Cursos, clases especiales en aulas del nivel superior (Universitario y Terciario) hasta apoyo escolar en una biblioteca popular de barrios marginales donde ejerzo mi profesión.

En estos días el tema de la educación, ha sido un tema que ha cruzado mi ejercicio profesional.

1)      En el nivel terciario, en reuniones institucionales de reflexionar que entendíamos los docentes por educar, enseñar, aprendizaje, modelos en educación, etc.

2)      En mi rol de Director de Trabajo Final, para una Lic. en Gestión Educativa de la UCASAL, también me encontré con el Acuerdo Escolar de Convivencia y con la función social de la escuela, educar para la libertad, para la vida democrática, educar en valores, etc.

3)      Como evaluador de una Tesis de Maestría en Políticas Sociales hace dos meses atrás, en la Universidad Nacional de Misiones, tuve la oportunidad de interiorizarme sobre la Educación de Internos en la Unidad de Máxima Seguridad Nro.7. Máxima Seguridad. Resistencia. Chaco.

4)      Como docente en la Carrera de Trabajo Social, me encontré como todos los fines de año, estudiantes desesperados por aprobar una práctica pre-profesional, e interpelando la relación educador-educando, la práctica docente misma. “No enseñan ni explican nada en todo el año, nos llenan de fotocopias y al final, en el parcial o examen final toman todo lo que no enseñaron. Creen que uno puede aprender como por arte de Magia, ¿eso es ser docente? QUÉ FACIL”

5)      Como Trabajador Social en una Biblioteca Popular Campo Verde, en el Barrio 9 de Julio, San Salvador de Jujuy, donde desarrollamos proyectos comunitarios socioeducativos (con niños en edad escolar primaria) aun hace eco en mi cuando al llegar -luego de una ausencia o falta- después de un abrazo de esos que te crujen los huesos y un beso- el reclamo de un niño o niña “hola profeeee, que paso que no vino el miércoles”, o con un gesto de indicarme con el dedo y decirme, “ahh no vino el miércoles no?

6)      Repensar esta relación  entre quien cree que enseña y otro que aprende, también aparece cuando escucho la narrativa del equipo de talleristas -que asesoro- que  visitan a mujeres privadas de la U3, del Servicio Penitenciario de Jujuy, llevando el año redondo, diferentes actividades literarias (lecto-escritura), teatro, manualidades, juegos, etc. Sobre todo cuando escucho decir en sus reuniones de equipo que los logros obtenidos se deben a la “insistencia, a no bajar los brazos, a la perseverancia, a saber que nos esperan y que nosotras también salimos enriquecidas de esos encuentros”, “no cualquiera va a esos espacios, ya que entramos y nos aceptaron, generemos cosas” Recordándome aquel texto  de Miño, Raquel (2012) titulado NADIE LAS VISITA, prologado por Raúl Saffaroni, en la Universidad Nacional de Rosario.

Y es aquí donde estas experiencias de otros y con otros dialogan permanentemente con mi experiencia socioeducativa y terapéutica con personas privadas de libertad, donde el interés social genuino, la presencia plena, la cercanía necesaria, la conversación y sintonía comunicacional  orientaron mi intervención profesional.

Disculpas si este recorrido puede parecer innecesario, pero en terapias narrativas y conversacionales trabajamos siempre con historias narradas, nuestras historias narradas y lo que vengo a compartir con Uds., es mi historia narrada en relación al trabajo educativo con personas privadas de libertad. Simplemente lo creí oportuno.

 

 

CONTEXTO  Y SITUACION DE ENCIERRO

Ya en un artículo  (Mamaní, 2009) expresé que constituye de trascendental importancia reconocer el contexto carcelario en la tarea educativa, porque como dicen los gauchos “la bota de potro no es pa cualquiera” La Cárcel es la institución pública destinada a dar una respuesta a determinados problemas – la segregación mediante el encierro, el enjaulamiento –  y conflictos sancionados por nuestro Código Penal. La pena de prisión o posibilidad de enjaular a un ser humano, constituye la herramienta más violenta que posee el estado para responder legítimamente.  La intensidad de dicha respuesta pone en riesgo la dignidad de las personas sometidas al encarcelamiento y  pasan a  ser tratados lisa y llanamente como “objetos”. La prisión está inscripta en un catálogo histórico e infame  de respuestas violentas – penas, que poseen como antecedentes el cepo, el látigo, la horca, la cruz, el empalamiento, el despeñamiento, el ahogamiento, el yugo, las quemaduras, la decapitación, la hoguera, los tormentos, los azotes  entre otros muchos métodos vergonzantes para la conciencia de la humanidad.

El encierro, aun el ejecutado en condiciones “dignas”, dejan en los detenidos problemas de diferentes características: físicos, psicológicos y sociales. Raúl Salinas (2006) toma para su análisis, un elemento importante: el origen social de los prisioneros y refiere que provienen de los estratos sociales más pobres, con historiales de desatención en muchas necesidades básicas lo que  Daniela Puebla (1997) llama “vulnerabilidad social” Muchas veces es la cárcel la institución que les ofrece  la primera oportunidad de recibir algún tipo de atención educativa, social o médica. Al igual que los bienes, los males son distribuidos en nuestra sociedad de modo desigual. Como consecuencias físicas del encierro, Salinas cita alteraciones sensoriales, como pérdidas en la visión por atrofia y por la pobreza visual que existe en la cárcel, problemas de oído provocados por el ruido permanente, olfativos y alteraciones en la imagen personal, incluso llegando a perder la autopercepción como consecuencia de la falta de intimidad.

La falta de espacio físico, iluminación y ventilación genera atrofias musculares, problemas dermatológicos, respiratorios y pediculosis, Es común la existencia de sarna y hongos. Por otro lado, una de las principales cuestiones vinculadas a la salud de los reclusos es la adicción a las drogas, tanto legales como ilegales. El tipo de alimentación también genera  problemas digestivos y nutricionales.

El encierro por otro lado genera consecuencias psicológicas y sociales. La situación de encierro es generadora de ansiedad, temor, estrés, sensación de peligro, inseguridad, insomnio, síndromes de paranoia y de obsesión. Son usuales los cuadros de depresión, los suicidios y las lesiones autoinflingidas.

Por otra parte, las restricciones, los abusos y el maltrato psicológico contribuyen a una degradación de las personas que muchas veces deriva en ira y vocación de revancha, venganza y resentimiento. Por otro lado los vínculos con el afuera (visitas) siempre son mediatos y condicionados  por el régimen penitenciario, sus reglas burocráticas y circunstancias que la rodean, alcanzan a los familiares quienes deben también soportar las consecuencias del encierro.

En este mismo orden podría explayarme  en las modificaciones de la conducta sexual, el hacinamiento, la nula intimidad, la percepción del peligro permanente, los niveles de violencia, la reincidencia, el fenómeno de la prisionización, etc., pero lo descripto me parece suficiente para recordar-nos, el papel del estado, su  “deber ser” en un encuadre constitucional y las consecuencias del encierro, como respuesta  estatal legítima.

Es en este contexto, donde la persona privada de su libertad construye interaccionalmente una nueva vida cotidiana. Y como parte de su repertorio relacional, el internado e incluso el personal penitenciario, transitan por los pasillos de la cárcel dejando escapar “metáforas”  que al decir de Balestena (2003,11) son ese espejo al costado del camino del que hablaba Stendhal, espejo que devuelve de alguna manera una imagen no deseada, pero que se sabe real; un modo de sobrevivir en la cárcel. Es en este contexto y situación de encierro donde el docente, el operador penitenciario, decide o al menos desde mi perspectiva de trabajo, trabajar, prestar un servicio no porque no le quedaba otra posibilidad laboral, no por cobrar solamente un sueldo, ni por probar suerte y conocer lo que es una cárcel, sino desde una profunda vocación y desde un Interés Social Genuino.

 

PEDAGOGIA DE LA PRESENCIA

“El trabajo educativo es y será siempre una fuente inagotable de aprendizaje, sólo es necesario querer aprender” (Gomes da Costa,1995).

El trabajo de forma automática como robots, acríticos de nuestro rol profesional, sumando a este comportamiento la rutina, hacen que experiencias valiosas se pierdan por falta de sensibilidad y percepción, de interés y sutileza del educador, para captarlas y hacer de ellas el motor de su crecimiento personal y profesional. Cuando valoramos la experiencia de cada día dejando de lado la rutina, nuestro trabajo se transforma en una maravillosa aventura donde relación educador–educando o persona privada de su libertad, se ofrece como un espacio de desarrollo personal y social de sus protagonistas, tal como lo menciona Gomes da Costa.

Tener una relación significativa con personas en dificultades es algo que puede ser aprendido, siempre que surja de una disposición interior. Dicho aprendizaje requiere genuino interés social, comprensión, entendimiento y entrenamiento.

Un primer paso en este sentido, dice Da Costa, “…es reconocer los requisitos intrínsecos de la acción educativa. El segundo paso es empeñarse, de manera sistemática, en incorporarlos a su modo de comprender y de actuar frente a situaciones que varían de un momento a otro, de educando en educando, de situación en situación”.

La capacidad de aceptar errores, aprender de ellos, aceptar al otro como es, interesarse por las potencialidades y límites de cada persona en dificultades, son requisitos más importantes que el coraje, el heroísmo, que parecen ser el distintivo de educadores tenidos a veces como personas fuera de serie. Lo que se necesita, entonces, son educadores capaces de actuar de forma excepcional frente a las situaciones más difíciles.  Para ello es necesario un esfuerzo consciente y sincero de apegarse y conocer  lo cotidiano hacia el interior de los pabellones, de forma atenta, creativa y metódica. Reflexionar críticamente sobre los hechos y situaciones de nuestro ejercicio profesional cotidiano nos parece el mejor de los caminos, porque cuando incorporamos esta actitud, contrarrestamos el tedio, la rutina, el aburrimiento, hasta la precariedad cotidiana de nuestro trabajo; vamos descubriendo permanentemente aspectos interesantes de quienes reciben  nuestro servicio y sobre todo, de nosotros mismos. Sin esta actitud permanente de estar descubriendo y descubriéndonos, observando y observándonos, “nos condenamos a la rutina, a la autocomplacencia y al desinterés”.

“En la acción educativa, la línea que separa el éxito del fracaso es fina, casi imperceptible, y tiende a dislocarse con oscilaciones de realidades internas y externas del educador y del educando. Las limitaciones existen en cualquier aspecto de la relación de entre quien ayuda y quien es ayudado. Algunas son superables, otras nos invitan a convivir con ellas, aprendiendo a conocerlas y a neutralizar o a revertir sus impactos sobre el proceso de cambio y crecimiento en el cual, por opción y deber, estamos siempre empeñados.”

El libro Pedagogía de la Presencia presenta su contenido a todos aquellos educadores interesados en mejorar su desempeño, a través de la adquisición de nuevas motivaciones, visiones, estructuras de comprensión y posicionamiento frente a la realidad y de nuevos valores, hábitos y actitudes frente a sí mismos y a los educandos.

 

PRESENCIA EN MOVIMIENTO

La capacidad de hacerse presente en forma constructiva en la realidad el educando no es, como muchos prefieren pensar, un don, una característica personal intransferible, de ciertos individuos, algo profundo e incomunicable. Por el contrario, ésta es una aptitud posible de ser aprehendida, mientras que exista por parte de quien se propone aprender, la disposición interior (apertura, sensibilidad, compromiso) para ello. En efecto, la presencia no es algo que se puede aprender sólo en el nivel de la manera exterioridad.

El aprendizaje al cual Da Costa hace referencia requiere un alto nivel de exigencia, que implica involucrarse por entero en el proceso educativo de parte del educador, como refiere Sebastián Bertucelli (1997) “presencia plena” y “confianza con los ojos abiertos” Sin ese compromiso, el estar junto a la persona en dificultades no será otra cosa que un estar carente de una significación profunda dentro del proceso educativo, y solamente se reducirá a una obligación funcional, buscando coexistir más o menos pacíficamente con las dificultades cotidianas de las persona privadas de libertad, sin comprometerse con la ejecución de una acción eficaz.

Más allá de la instrumentación teórica, que seguramente lleva el conocimiento parcial de lo que significa la presencia constructiva, la presencia es una habilidad que se adquiere básicamente con ejercicio real de un trabajo social y educativo, es decir se aprende-haciendo, “estando de modo constructivo, creador y humano”, junto a las persona en dificultades Reconociendo “que sin una base conceptual sólida y articulada se hace mucho más difícil para el educador proceder  a la lectura, la organización y el dominio de su aprendizaje práctico”.

La pedagogía moderna, en todas sus modalidades, comienza por una apertura y una integración de conocimientos de la psicología, la sociología, la antropología, la psicología social, las ciencias médicas y el derecho. Ya pasó el tiempo en que se podía negar la importancia de una buena cultura científica para actuar en este campo. Co refiere el Dr. Juan Carlos Serra (2005) se agradece los servicios al viejo guardiacárcel pero también se lo despide en aras de un nuevo profesional de las agencias penitenciarias modernas. Ya no podemos afirmar, tal como hicimos hasta ahora, que la práctica por sí sola confiere al profesional los elementos necesarios para el pleno dominio de su oficio. Sin el estudio y la teoría necesaria, la  práctica será siempre limitada. Quien es negligente en el estudio no es consciente de la importancia real de su trabajo.

Más importante que un conjunto de cabezas llenas de información es que el educador adquiera las actitudes y habilidades que favorezcan y tornen viable su actuación profesional junto al educando (Da Costa, 1995)

 

CONVERSAR  Y SINTONIA COMUNICACIONAL

Lo humano existe en el conversar y todo quehacer humano ocurre como una red de conversaciones. Para mí, enseñar y aprender es conversar, es lenguajear, allí se produce un fluir de interacciones que constituyen coordinaciones conductuales consensuales, que se entrelazan con el emocionar  de docentes y alumnos. La palabra conversar viene de la unión de dos raíces latinas, cum quiere decir “con” y  versare  que quiere decir “dar vueltas con” otro/s (Maturana, 1997, p. 87)

Enseñar-aprender es un proceso que se construye entre supervisor y supervisados, entre docentes y estudiantes, como sistemas que interactúan enseñando-aprendiendo recíprocamente, realimentándose mutuamente. Se trata de una construcción entre docentes y estudiantes en la cual desarrollan la capacidad de realizar aprendizajes significativos en una amplia gama de situaciones y circunstancias (Kisnerman, 1999, p.28)

Así, la conversación es uno de los aspectos más importantes de la vida. Mantenemos una conversación constante con los otros y con nosotros mismos. A través de la conversación formamos y reformamos nuestras experiencias vitales; creamos y recreamos nuestra manera de dar sentido y entender; construimos y reconstruimos nuestras realidades y a nosotros mismos.

Algunas conversaciones aumentan las posibilidades; otras las disminuyen. Cuando las posibilidades aumentan, tenemos una sensación de acción creadora, una sensación de que podemos encarar lo que nos preocupa o perturba-nuestros dilemas, problemas, dolores y frustraciones- y lograr lo que queremos –nuestras ambiciones, esperanzas, intenciones y acciones (Anderson, 1999, p.21)

La posibilidad  conversacional  permite  una forma distinta de comprender las cosas, que a su vez implica un cambio en la vivencia del mundo, significando  con ello “vivir  en lo que se dice”, ser protagonistas. Aquí el comprender es un comprender práctico, desde adentro, interesado por cómo nos relacionamos y respondemos los unos a los otros en nuestra vida cotidiana

Escribo estas reflexiones para lectores audaces, docentes y profesionales que día a día reflexionan su práctica, que profundizan en esta dimensión tan importante y tan frecuentemente olvidada, como es la pasión y la alegría de enseñar, de acompañar a nuestros estudiantes, de crear con ellos conversaciones, sintonía comunicacional y acciones colaborativas que aumenten nuestras posibilidades. Son los estudiantes quienes dan sentido a nuestra construcción como docentes.

Enseñar-aprender es una práctica social dotada de cierta cuota de inmortalidad, sobre todo cuando recuerdo acciones y palabras vitalmente significativas de mis docentes que hoy ya no están en este mundo. Aquellos profesores aun siguen vivos en mí, por las conversaciones y acciones significativas que construimos.

 

ESTUDIANTES Y DOCENTES. Constructores de relaciones transformadoras

Existen quienes viven la docencia como un trabajo más, como una obligación, un horario a cumplir entre varios, como la primera salida laboral o como la última alternativa, más aun cuando se trata de cárceles. Otros viven la docencia como una pesada carga, sencillamente no desean ser docentes, solo “hacen” de docentes. Por otro lado, existen quienes no exploran ni buscan un clima propicio en las instituciones de formación para crear e innovar sus prácticas. En muchos casos, algunos solo renuevan el discurso, repiten discursos de moda; por ejemplo hablan de alinearse en teorías críticas sin realizar prácticas críticas y transformadoras. Razón por la cual, caen en una peligrosa incoherencia,  ampliando la brecha entre lo que dicen y lo que hacen,  “hay un total divorcio entre lo académico, entre todo lo que decimos y mostramos en nuestras clases, y nuestras prácticas…” (Kisnerman 2004, p.1)

Ser autocríticos con nuestras prácticas docentes no significa matar la esperanza, por el contrario, implica construirla, ser críticos significa para mí; ser testigos lúcidos de nuestras prácticas y despiadadamente riguroso en el análisis  de nuestros obstáculos y superarlos. En educación, coincido con lo que expresa Santos Guerra (2010, p.1)  citando al filósofo Max Horkheimer que podemos ser pesimistas teóricos, pero hemos de ser optimistas prácticos. No hay que dejar de intentarlo por más difícil que parezca  conseguirlo.

La mirada autocrítica según  Sebastián Bertucelli (2006) ayudará a no  “transformarnos por elección propia, en inoperantes peligrosamente ilustrados” que hablamos maravillosamente de teorías y paradigmas en las aulas y nada hacemos para transformar las realidades que vivimos criticando, de nada sirven  dichas teorías si no es  para mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos.

Un docente, almidonado, amargado, sin alegría ni carisma, poco creativo, sin pasión por lo que hace, no solo es poco nutritivo para sí mismo, lo es sobre todo, para los  estudiantes con quienes construye la relación educativa. Un docente u otro profesional, desactualizado, quemado, sin ilusiones, que sufre su  ejercicio profesional,  es más peligroso que un gorila con navaja paseando por un shopping.

Pero esta moneda tiene como todas, su otra cara posible: la pasión por enseñar desde la coherencia, entre el sentir, pensar, decir y hacer, ¿Por qué no entregarnos a esa pasión de enseñar? Nuestra dinámica interaccional en el aula debe ser convocante, caso contrario “soplamos en flauta quebrada” y nuestras palabras  pierden sentido (Galeano, 200, p. 64)

Uno de los estímulos valiosos que podemos vivir como docentes, es la positiva repercusión que tiene nuestra práctica docente en los estudiantes y ello se observa en las relaciones que construimos con ellos, sobre todo cuando ellos mismos lo expresan con espontaneidad, en acciones comunicativas intersubjetivas. Pocas profesiones ofrecen al alcance de nuestras manos, recompensas tan hermosas, tan profundas y tan enriquecedoras, pues como docentes estamos en contacto con los sentimientos, ideas, actitudes, valores, esperanzas, sueños frustraciones, penas y alegrías de nuestros estudiantes. También las propias.

Se nos llama educadores justamente  porque admitimos o debiéramos admitir la libertad de aceptación o rechazo de nuestros estudiantes. Educadores, porque acompañamos en libertad (a pesar de los muros y rejas) ayudamos a crecer y crecemos, a compartir el descubrimiento del saber, a enseñar y aprender, a convivir y compartir. He aquí un motivo y objetivo a la vez,  para desarrollar nuestra pasión por enseñar.

Me contaba una estudiante de Trabajo Social, que una docente durante sus clases, les adelantaba  al curso “que no llegarían muy lejos”, “que su cátedra era difícil, y que su exámen parcial, era peor aún”, “que después de Julio, pocos sobrevivirían, quedaría la mitad de la matrícula”,  y que a ella “… no le interesaba si se quedaba sin alumnos”. ¡Qué terrible! para los estudiantes encontrarse con un profesional docente que en lugar de acompañar y ayudar al crecimiento, atenta contra su autoestima y autoconcepto, que en lugar de enseñar y acompañar a volar,  corta sus alas. ¡Qué terrible! también es ser así, un terrible sufrimiento docente, a mi parecer. Dice Santos Guerra (2001, p.2) Hay quien convierte a los príncipes en sapos. Les hechiza, hace que la palabra entre en sus cuerpos y los transforme. Educar es liberar de esos hechizos”

Los estudiantes perciben de manera nítida, espontánea e inequívoca, cuando se encuentran con un profesional, comprometido, apasionado y coherente en lo que hace en el campo laboral y lo que enseña en las aulas. Enseña, cuando orienta el pensamiento divergente, motiva a compartir, a convivir, a construir, desde los más variados dispositivos de trabajo, sin que la no coincidencia anule el diálogo. “Nosotros nos damos cuenta enseguida cuando el profesor solo memoriza la clase y  afuera no trabaja en lo que enseña.  O cuando nos da trabajos grupales solamente, o dicta nomás y no enseña” me decía un estudiante de Trabajo Social  -de forma lapidaria- cuando se refería a la actitud de su profesor.

La tragedia de nuestras aulas,  se debe a  que no se las piensa para el movimiento sino para la quietud y el silencio. Pensadas para el dolor,  la angustia y los nervios, no para la alegría de leer – conversar y aprender  con otros. No están pensadas como espacio de despliegue de emociones o conversaciones fuera de currícula. Se trata de aulas pensadas para la repetición, memorización y no para la creación. Un estudiante me decía “los trabajos que menos ideas mías tienen, son los que nunca debo rehacer.  Aquellos en los que me juego con mis pensamientos, siempre debo rehacerlos, porque no tienen fundamentos teóricos, me dicen”

Son los estudiantes, quienes más pueden ayudarnos a ser mejores docentes y sobre todo, cuando nos narran su versión. No nos ayudan  cuando son timoratos, dubitativos, complacientes, ni sumisos, muchos menos  cuando reproducen nuestros modelos. Mucho menos  ayudan, cuando temen a sus docentes.

Karl Roger (1972, p.19)  en algún momento de su vida profesional se corrió de  la enseñanza formal para trabajar  desde otro lugar, otro posicionamiento, veía pocas esperanzas de cambio en las instituciones educativas “Ahora que conozco las universidades y escuelas para graduados, sus reglamentos y rigideces, me siento realmente asombrado de una experiencia significativa que viví en la Unión.  Un grupo de nosotros sentía que las ideas nos llegaban ya elaboradas, cuando en realidad deseábamos explorar nuestras propias dudas e incertidumbre, para descubrir dónde nos llevarían. Solicitamos permiso para dirigir nuestro propio seminario,…un seminario sin instructor  y el plan de estudios estaría integrado por nuestros propios interrogantes”

Santos Guerra (2001, p.3) refiere que hace unos meses el filósofo Emilio Lledó decía “Enseñar es una forma de ganarse la vida, pero sobre todo es una forma de ganar la vida de los otros”. No se gana la vida de los otros metiendo en su cabeza datos y conocimientos inertes sino enseñándoles a pensar y a convivir. “Excelente maestro es aquel que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender”, dice Arturo Graf. Esta es una tarea que, arrastrada como un castigo, resulta insoportable y que vivida con entusiasmo, resulta apasionante. Para vivirla con entusiasmo hay que tener sobre ella un conocimiento especializado, hay que amarla. Los alumnos tienen un radar que les permite saber qué profesores se preocupan de verdad por ellos. El título de un reciente libro noruego dice que los alumnos aprenden mejor de aquellos profesores a los que aman.

 
Muchas Gracias.


[1] Ponencia Presentada en I Encuentro Latinoamericano de Educación, 19 de Noviembre 2015. Campus Universitario. Universidad Nacional de Salta. Argentina.

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VICTOR HUGO MAMANI Mg. en Trabajo Social (UNER) Lic. en Trabajo Social (UNSE) En Santiago del Estero-Argentina